-TRANSPORTES DE CUIDADOS CRITICOS-
El transporte sanitario tradicionalmente se suele clasificar como primario o secundario. El primario, suele ser el que se realiza a nivel extrahospitalario, desde el lugar donde se produce la emergencia, causada por accidente o proceso médico agudo, hasta el centro sanitario. El secundario o transporte interhospitalario, es el que se realiza desde un hospital o centro sanitario hasta otro, habitualmente para proporcionar a los pacientes un mayor nivel de servicios que en el hospital remitente, ya sea en medios terapéuticos o diagnósticos. El transporte interhospitalario de cuidados críticos (TICC), tiene como objetivo extender las capacidades de las unidades de cuidados intensivos (UCI) de los hospitales regionales, a aquellos pacientes ingresados en hospitales comarcales que no disponen de UCI, o que requieren mayor nivel asistencial del que disponen en su hospital.
En los últimos años se han desarrollado de manera extraordinaria todas las formas de TICC, tanto en medio terrestre como aéreo o marítimo. La regionalización de la asistencia, la disponibilidad de determinados servicios especializados, entre ellos cuidados intensivos, o factores geográficos como dispersión de la población, han determinado la necesidad de contar con equipos o sistemas de transporte interhospitalarios que permitan trasladar a pacientes en estado crítico con las mayores garantías posibles de seguridad. Esta necesidad, ha originado un gran número de trabajos y publicaciones en libros y revistas médicas en las que se abordan y evaluan todos los aspectos relacionados con la medicina de transporte, con el objetivo final de disponer de los conocimientos necesarios para mantener durante el mismo, similares medidas de monitorización y soporte terapeúticos que se administran en la propia UCI y conseguir un traslado seguro y sin riesgos para los pacientes
-UN POCO DE HISTORIA-
Históricamente, los sistemas de transporte médico tienen sus orígenes en acciones militares, y hay que remontarse al siglo I a. d. C. para encontrar el primer sistema de transporte sanitario empleado por los romanos para evacuar a sus heridos en el campo de batalla. Hay referencias de evacuaciones sanitarias durante las cruzadas (siglo XI), donde los caballeros de San Juan prestaban auxilio a los heridos en los campos de batalla. En España, es la reina Isabel la Católica, quien en 1447 crea las primeras ambulancias y hospitales de campaña. Durante las epidemias que devastaron Europa durante los siglos XIII, XIV y XVI, el transporte de los enfermos desempeñó un papel fundamental en su control. En 1792, Larrey, cirujano jefe de Napoleón creó las ambulancias volantes para evacuar rápidamente a los heridos de campaña, utilizándolas ampliamente en la campaña de Egipto. Posteriormente destaca por su importancia la creación de La Cruz Roja en 1859 por Henry Dunant tras la batalla de Solferino. El primer transporte aéreo conocido ocurre en 1870 durante la guerra Franco-Prusiana, donde un total de 160 heridos, soldados y civiles, fueron evacuados mediante globos. Más tarde en 1917 se empiezan a crear las primeras ambulancias aéreas, y durante la Primera Guerra Mundial el ejercito serbio utilizó aeroplanos para evacuar a los heridos.
El mayor avance en el transporte sanitario urgente tiene lugar en las guerras de Corea y Vietnam, donde el transporte sanitario en helicóptero jugó un papel importante, teniendo gran influencia en el posterior desarrollo de los programas de transporte civiles en los Estados Unidos. En Europa, los sistemas de transporte civiles se desarrollaron en los años 50, debido a la epidemia de poliomielitis que obligaba al traslado de pacientes que requerían soporte ventilatorio hasta los hospitales regionales.
Hoy en día casi todos los países de Europa Occidental, Norteamérica y otros países desarrollados, cuentan con sistemas de emergencias médicas, ya sean de titularidad pública (a veces benéfica) o privada, que se encargan de realizar tanto transporte primario como secundario. En España desde 1980 se ha ido progresivamente incorporando la filosofía del transporte de pacientes críticos realizada por equipos especializados, después de décadas en las que el transporte sanitario tanto primario como secundario, era realizado por voluntarios sin formación específica alguna . Actualmente, casi todas las Comunidades Autónomas disponen de servicios de emergencias (SAMUR, 061, etc.). De entre ellas la Comunidad Autónoma Andaluza, que desde 1992, año en el que el Servicio Andaluz de Salud crea el sistema de emergencias 061, dispone de un sistema de emergencias médicas, el cual realiza tanto transporte primario como secundario, ya sea en ambulancias tipo unidad de cuidados intensivos móviles (UCI-movil), como en helicópteros, con personal entrenado y especializado en asistencia prehospitalaria y transporte de pacientes críticos. De igual forma, son muchos los hospitales generales que han organizado sus propios equipos de transporte, fundamentalmente terrestres, para satisfacer sus necesidades de transporte interhospitalario hacia los Centros de referencia.
-CLASIFICANDO EL TIPO DE TRASLADO-
A la hora de elegir un tipo de transporte u otro hay que tener en cuenta varios
aspectos, uno de ellos es el estado del paciente:
a) Crítico: con riesgo potencial para la vida de forma inmediata por compromiso
de sus funciones vitales respiratoria, cardíaca y neurológica.
b) Grave: con proceso patológico que no entraña riesgo vital pero produce una
disfunción orgánica importante con riesgo de secuelas.
c) No grave: con proceso patológico que no entraña riesgo vital ni produce
insuficiencia orgánica importante.
Otro aspecto a tener en cuenta es la urgencia con la que el paciente necesita el
traslado:
a) Emergencia: se pone en marcha en el mismo momento en que se detecta el
problema médico, debe realizarse sin demora y con prioridad absoluta por el
riesgo que supone para el paciente un retraso en el diagnóstico o tratamiento
que debe recibir.
b) Urgente: se realizan por aquellas patologías que entrañan riesgo vital o de
disfunción orgánica grave para el paciente, pero su tratamiento se puede
iniciar en el hospital de origen, por lo que el traslado se puede demorar unas
horas.
c) Demorables: se realizan con pacientes clínicamente estables que se
envían a otros hospitales para proseguir su tratamiento o realizar pruebas
diagnósticas. Abarca a los pacientes que se devuelven a sus hospitales
emisores para continuar el tratamiento iniciado en el de referencia y
los enfermos que se trasladan a otros centros por razones familiares o
geográficas.
El medio de transporte a utilizar se elegirá de entre tres modalidades y según una
serie de factores que pasamos a comentar a continuación. Cuando se organiza un sistema
o un equipo de transporte secundario es necesario conocer y planificar detalladamente
los elementos que van a intervenir en el mismo.
Es imprescindible conocer las distancias a recorrer, el estado de las carreteras que van
a ser utilizadas, tiempos de transportes, y fundamentalmente qué tipo y cuántos pacientes
son los que van a ser trasladados. Aunque no existen reglas definidas, se considera que
debe existir una ambulancia para transporte asistido por cada 200.000 habitantes.
La elección del vehículo dependerá de las opciones disponibles en cada hospital o
centro de coordinación de urgencias. Los traslados de corta distancia (menos de 150 km.)
se consideran que pueden ser realizados eficazmente por ambulancias terrestres, mientras
que para recorridos de mayor extensión puede estar justificado el empleo de transporte aéreo, especialmente helicópteros (menos de 300 km), o aviones cuando la distancia es
importante.
El transporte terrestre es el más extendido debido a su accesibilidad, operatividad, y
a la capacidad de acoger a todo tipo de pacientes independientemente de su tamaño físico,
tipo de patología y soporte terapéutico que necesiten durante el traslado. Es más económico,
se puede proporcionar un servicio puerta a puerta, el paciente ingresa directamente en
el lugar de recepción, no requiere un área especial para estacionarse ni para transferir al
paciente a otro vehículo, no está muy limitado por las inclemencias del tiempo, pueden
llevar al paciente al hospital más cercano en caso de agravamiento de su estado y en caso
de emergencia se puede detener el vehículo. Por el contrario, el transporte aéreo tiene a su
favor la mayor velocidad y la capacidad de volar desde un punto hasta otro directamente
lo cual acorta las distancias y el tiempo de traslado. El transporte en helicóptero, puede a
veces por las características físicas del aparato, estar limitado para pacientes de talla alta,
y debido a la escasa capacidad de maniobra de que se dispone en su interior, a pacientes
que necesiten gran soporte terapéutico (respirador, varias bombas de infusión, aspirador,
métodos de tracción, etc.). En ambos medios, tanto el equipo humano como el material
que emplean pueden tener la misma configuración, aunque habitualmente el personal
que trabaja en transporte aéreo suele estar más entrenado y especializado en transporte
de pacientes críticos.
Una vez sopesados estos factores, el medio de transporte elegido podrá ser:
1. Terrestre: ambulancias, no asistenciales, destinadas al transporte de enfermos
en camilla sin necesidad de asistencia en ruta; asistenciales, acondicionadas
para permitir asistencia técnico-sanitaria en ruta. Estas últimas pueden ir
sin personal facultativo o medicalizables (no asistidas), pero con personal
entrenado (enfermeros) para administrar soporte vital básico, y medicalizadas
(asistidas) o uvi móvil, dotada con personal facultativo y de enfermería
capaz de proveer soporte vital avanzado.
2. Aéreo: helicóptero y avión sanitario.
3. Marítimo: embarcación rápida, barco hospital.
-YA EN EL TRASLADO-
Una tarea fundamental es la de mantener el vehículo en óptimas condiciones de
funcionamiento, dotación y limpieza. La revisión previa al traslado, realizada conjuntamente
por el equipo responsable (médico, enfermera y conductor), familiariza a éste con el
equipamiento y evita la improvisación durante el trayecto. La revisión debe ser rigurosa, e
incluir tanto los aspectos asistenciales como los del propio funcionamiento del vehículo.
Para realizarla es conveniente disponer de hojas de revisión. Una de ellas, debe ser
cumplimentada por el conductor, y recogerá aspectos tales como los niveles de líquidos
y gases (carburante, aceite, baterías, frenos, dirección, oxígeno, etc.), funcionamiento de
los sistemas de iluminación (gálibos, interior, antiniebla, etc.), comunicaciones (emisora,
teléfono móvil, sirena, megafonía, etc.), estado de los neumáticos, aire acondicionado,
calefacción, kilometraje y limpieza (interior y exterior).
La revisión de la cabina asistencial es responsabilidad del médico y enfermero, y
debe cumplimentarse en una hoja especialmente diseñada para ello. Para que cumpla su
función, debe diseñarse de forma que sea necesario un examen exhaustivo, especialmente
del equipo de soporte vital avanzado. Una buena revisión previa de la ambulancia garantiza
unos márgenes de seguridad adecuados durante la realización del traslado.
Una vez recibida la comunicación formal del traslado, el equipo debe contactar
con el personal responsable del paciente, recibir información sobre el mismo, conocer el
hospital de destino y confirmar la disponibilidad de cama (activación).
En todo traslado de un paciente en estado crítico, el transporte no se debe improvisar,
y debe seguir la regla de la estabilización previa, siguiendo un orden de prioridades y
manteniendo en su entorno todas las precauciones necesarias para garantizar su equilibrio
durante todas sus fases. El propio estado del paciente, su evolución y la necesidad inmediata
o no de tratamiento especializado determinan el tipo de medidas de estabilización que
se deben aplicar, así como el tiempo a emplear en realizarlas. Como norma general ante
pacientes críticos, aquellas medidas de soporte que puedan ser realizadas en la ambulancia,
no deben retrasar la evacuación. Dividiremos la estabilización en tres etapas: 1) Valoración
general, 2) Valoración detallada y 3) Preparación. En la valoración general se trata de
conocer el estado general del paciente, patología que presenta y el soporte asistencial que
necesita con el objeto de planificar el traslado y prever las necesidades de monitorización e intervención durante el trayecto. Para la valoración detallada y preparación, se necesita
el contacto con el personal médico y de enfermería responsables del paciente quienes
informarán del estado clínico del mismo, tratamiento que realiza, y últimos controles de
constantes vitales y analíticos. Se registrarán los parámetros de ventilación si el paciente
necesita ventilación mecánica (volumen tidal, volumen minuto, FIO2
, PEEP, frecuencia
respiratoria), se comprobará la fijación del tubo endotraqueal para evitar una extubación
accidental y la presión del neumotaponamiento, la saturación arterial de oxígeno si se
dispone de pulsioximetría, y si es necesario disponer de aspirador. Se revisarán las medidas
de soporte circulatorio, vías canalizadas, tipos de catéteres (arterial, presión. etc.), así como
qué fluidoterapia se está administrando.
En las canalizaciones periféricas es preferible la fijación con venda a la oclusión
con apósito simple por motivos de seguridad durante la movilización
Para la administración de fluidos es preferible utilizar envases de material plástico
ya que facilitan la perfusión a flujo elevado mediante compresión, son más manejables,
producen menos ruidos en su almacenamiento en la ambulancia y no producen daño en
caso de caída accidental sobre el enfermo. Se mantendrán las drogas que reciba el paciente
siendo recomendable utilizar bombas de infusión.
Se completa la valoración con el examen del estado neurológico y si tiene necesidad
de sedación.
Se revisarán los drenajes, sondas vesical y nasogástrica, fijándolas para evitar su
pérdida durante el traslado. Se sustituirán las bolsas recolectoras de orina y contenido
gástricos por otras limpias para facilitar la medición durante el traslado. La sonda vesical
debe fijarse a la pierna para evitar tracciones. En la camilla se colocará la bolsa entre las
piernas del enfermo, y en la ambulancia a caída libre con su soporte correspondiente.
Una vez fijada la camilla en la bancada de la ambulancia, se debe seguir un orden
correcto de prioridades para acondicionar al enfermo, y no se debe pasar al siguiente sin
tener resuelto el anterior. Se inicia con el soporte ventilatorio, atendiendo la conexión
de oxígeno al paciente, ya sea a través de mascarilla o mediante ventilación mecánica,
comprobándose el correcto funcionamiento de la administración de oxígeno. Los equipos
de perfusión y fluidos se instalarán en los soportes adecuados para ello, verificando su
permeabilidad.
Durante el tiempo de traslado el paciente debe recibir los mismos cuidados y
monitorización que estaba recibiendo en el hospital. El vehículo de traslado, sea del tipo
que sea, debe ser considerado como una extensión del área crítica hospitalaria. Como norma
general, todos los pacientes críticos deben ser monitorizados electrocardiográficamente,
escogiendo una derivación que nos permita apreciar la onda P y donde la amplitud del
QRS sea la suficiente para activar de forma correcta el medidor de frecuencia cardíaca,
que generalmente coincide con la derivación II.
El control de la ventilación sólo lo podemos ejercer mediante la observación del
enfermo, pulsioximetría y vigilancia continua de las presiones inspiratorias. Los ruidos
por las vibraciones del motor dificultan la medición de la tensión arterial tanto por el
método manual como con medición automática, por lo que su valoración debe hacerse
con prudencia, por lo que es aconsejable que el vehículo se detenga en varias ocasiones
en zonas libres de riesgo para otros vehículos y el nuestro y se tomen las constantes vitales
del paciente en condiciones óptimas. El equipo de transporte aprovechará para hacer
una valoración general del enfermo y si no hay nada que lo contraindique se reiniciará
la marcha. Se debe administrar el tratamiento que se haya prescrito y aplicar aquellas
medidas o técnicas que sean necesarias para la estabilidad del paciente. Mantendremos
durante todo el tiempo el control de las constantes vitales, parámetros de ventilación,
inmovilización de fracturas, heridas, drenajes, estado neurológico, etc. Todas las maniobras
que se realicen deben ser debidamente registradas en la hoja de traslado.
En relación al tipo de conducción que se debe hacer durante el transporte, es necesario
hacer algunas consideraciones. Algunos enfermos son especialmente sensibles a las vibraciones
del vehículo, como aquellos donde la presión intracraneal pueda estar elevada, por lo que
debería cuidarse que la conducción sea lo menos brusca posible. En otras ocasiones, la
conducción tendrá que realizarse a mayor velocidad (manteniendo los márgenes adecuados)
en función de una necesidad de intervención especializada urgente. Por último hay otro tipo
de enfermos ya estabilizados, como los isquémicos que son trasladados para la realización
de alguna prueba complementaria, en los que incluso se debería valorar el eludir el uso de
sirenas y megafonía. Por todo ésto, es conveniente informar al conductor del tipo de paciente
que vamos a trasladar y de la conducción que se requiere.
Una vez en el hospital de destino se entregará al personal sanitario que se vaya a
responsabilizar del paciente toda la información disponible, documentándoles de todas
las medidas establecidas, evolución y complicaciones aparecidas durante el traslado. La
transferencia termina cuando el paciente se encuentra en la cama del hospital y el personal
sanitario del centro asume su responsabilidad.
La fase de reactivación comienza cuando se ha completado la transferencia del
enfermo y se retorna al hospital donde se realizarán tareas de reposición de material,
limpieza y acondicionamiento de la ambulancia para estar preparados para un nuevo
traslado.
En el caso específico del traslado aéreo en un helicóptero a baja cota o avión
presurizado, aunque no existen unas contraindicaciones de transporte específicas, si es
necesario tomar unas precauciones básicas:
1) Prioritario estabilizar la vía aérea.
2) Monitorizar pulsioximetría y administrar O2
según las necesidades.
3) Drenar los neumotórax antes de volar.
4) Usar drenajes conectados a bolsa.
5) Sangre y sueros siempre en envases de plástico.
6) Control de la tensión con onda de pulso.
7) Monitorización ecg y constantes.
8) Vía central o dos periféricas permeables de calibre grueso.
9) Correcta inmovilización del paciente.
-FISIOLOGIA DEL TRANSPORTE-
Los cambios de velocidad durante el transporte, ya sea por aceleración lineal o cambio
de velocidad a lo largo de una línea recta (aceleración positiva), o por desaceleración o
disminución de la velocidad (aceleración negativa) ocasionan cambios fisiológicos en el
organismo durante el transporte.
El cuerpo humano sometido a cambios de velocidad desarrolla fuerzas de inercia
que dependerán de la intensidad de la aceleración o desaceleración, del sentido de ésta
y de la masa corporal, actuando sobre el organismo según la postura que adopte éste en
relación al movimiento.
Dependiendo de que la aceleración sea positiva o negativa, la sangre se desplazará
redistribuyéndose de forma transitoria en sentido caudal o cefálico respectivamente si el
paciente se encuentra en decúbito supino y en el sentido de la marcha.
Estos desplazamientos son detectados por los sensores orgánicos situados en
aurículas, cayado aórtico y senos carotídeos y conducidos por el sistema nervioso, nervio
vago y sistema simpático, a los órganos efectores. Los cambios en los líquidos corporales
pueden ocasionar efectos peligrosos en pacientes inestables, especialmente en cardiopatas
y aquellos con presión intracraneal aumentada. La aceleración positiva de forma brusca,
como un arranque, puede causar hipotensión y taquicardia. La desaceleración brusca
puede ocasionar aumento de la tensión arterial y de la presión venosa central, bradicardia
y modificaciones moderadas de la presión intracraneal. Además la desaceleración brusca
por colisión frontal puede ocasionar lesiones por impacto directo o por desplazamiento
de vísceras por efecto de la inercia.
La importancia de los efectos de la aceleración dependerá del sentido de la misma.
En el transporte en ambulancia terrestre, se ha demostrado que la aceleración longitudinal
es la de mayor significación, mientras que en el transporte en helicóptero tienen mayor
importancia las aceleraciones en sentido transverso y anteroposterior (tórax-espalda).
De todas estas consideraciones podemos extraer las siguientes conclusiones: 1)
es importante una conducción regular durante el transporte, evitando aceleracionesdesaceleraciones
bruscas; 2) en el transporte terrestre el paciente irá en posición supina
con la cabeza en el sentido de la dirección de marcha; 3) en helicópteros se adoptará una
posición transversal o en sentido contrario a la marcha; 4) se deberá realizar un correcto
anclaje de la camilla al vehículo y del paciente a la camilla, utilizando colchón de vacío
para inmovilización.
La Cinetosis puede aparecer en pacientes conscientes y en el personal sanitario que realiza el
transporte, especialmente durante el traslado a través de carreteras con curvas y en mal
estado. La causa principal de cinetosis suele ser una gran sensibilidad a los estímulos en
el laberinto del oído interno, incrementada por el movimiento simultáneo en dos o más
direcciones. Entre las causas no orgánicas de enfermedad por movimiento se incluyen
hipoxia, tensión emocional, olores, calor, etc. Algunos autores recomiendan administrar
escopolamina, ciclicina y dimenhidrinato a los pacientes conscientes y a los miembros del
equipo de transporte con cinetosis.
El ruido es otra causa importante de cambios fisiológicos y es lo que más afecta al paciente
crítico porque le crea ansiedad y miedo con las consiguientes descargas vegetativas y/o
transtornos de la conducta. El ruido durante el traslado en ambulancia puede originarse por
el tráfico de las calles y carreteras, material almacenado y electromédico de la ambulancia,
y especialmente por las sirenas. El ruido puede asimismo impedir la auscultación del
paciente y toma de tensión arterial. A veces puede ser recomendable el uso de cascos
auriculares en el paciente pero que al mismo tiempo nos faciliten la comunicación verbal
con el mismo.
Con respecto a la temperatura, un cuidadoso control de la misma en el interior de la ambulancia, permitirá
evitar las alteraciones fisiológicas que tanto la hipotermia como hipertermia producen
en el organismo. La hipotermia, frecuente en el paciente traumatizado expuesto al aire
ambiente, puede provocar colapso vascular, escalofríos y tiritona lo que dificulta y de qué
manera la canalización de vías venosas, al mismo tiempo que aumentan el consumo de O2
. La hipertermia produce en el organismo aumento de sudoración con vasodilatación
periférica y alteraciones metabólicas.
El frío puede provocar la cristalización de medicación como el manitol y descargar
las baterías de Ni-Cd de algunos aparatos de electromedicina.
Las ambulancias actuales suelen disponer de aire acondicionado regulado mediante un
termostato que mantiene una temperatura ambiente en un valor preseleccionado, asimismo
se disponen de mantas térmicas adecuadas para prevenir cambios de temperatura durante
el traslado especialmente en lactantes y ancianos muy sensibles a estas variaciones.
Los efectos del descenso de la presión atmosférica mediados por la altitud son
fundamentalmente derivados de la expansión de los gases y los relativos a la disponibilidad
del oxígeno. Estos cambios se producen principalmente cuando realizamos un traslado
aéreo en un vehículo no presurizado.
A medida que la altitud aumenta disminuye la presión parcial de O2
tanto en el
alveolo como en el interior de las arterias, y va aumentando la presencia de CO2
, lógicamente
estos cambios pueden ser mucho más acentuados en función de la patología que presente
el paciente trasladado. Para compensar estos cambios, el organismo responde con un
aumento del gasto cardíaco e hiperventilación, situaciones ambas que pueden poner en
marcha la desestabilización del paciente. La solución pasa por la modificación de la FiO2
suministrando oxígeno suplementario por los mecanismos convencionales o mediante
ventilación mecánica.
Con respecto a los efectos de los cambios de volumenes y la expansion de los gases podremos encontrar que la disminución de la presión con la altura conlleva un aumento de la presión en
virtud a la fórmula: presión de los gases = volumen/temperatura.
Los cambios volumétricos en nuestro organismo afectan a varios sistemas:
- Gastrointestinal, agravamiento de íleos, dehiscencias de sutura, ulceraciones
de divertículos, aumento de la presión diafragmática por distensión
abdominal.
- Respiratorio, agravamiento de neumotórax por aumento de volumen por lo
que deben tratarse antes del transporte, rotura de bullas.
- Aumento de la presión intracraneal, descenso del nivel de conciencia.
- Intensificación de edemas.
- Se acentúan las hemorragias intraparenquimatosas.
- Alteración auditiva.
- Se modifican las presiones de los elementos de inmovilización como son las
férulas, pantalones antishock, balones intratraqueales, por lo que habrá que
modificarlos.
Dentro de los parametros que deben revisar, estos son los mas generales sin adentrarnos en especificaciones de los protocolos locales, ya que estos pueden llegar a variar tanto en el equipo y el medicamento que puede o no llevar la unidad de transporte sanitario.
Aun asi si es importante especificar que los traslados de cuidados criticos ya sean en Ambulancia Terrestre, Aerea o Maritima, requieren de un entrenamiento constante y un enfoque responsable para la atención, estabilización y atención del paciente.
Dartmouth-Hitchcock tiene un programa de transporte de cuidados criticos llamado DHART, Dartmouth-Hitchcock Advanced Response Team o Equipo de respuesta avanzada de Darmouth-Hitchcok por sus siglas en ingles, en el siguiente video, podemos darnos una idea de lo que es y lo que implica el transporte de cuidados críticos.
Gracias.
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